martes, 17 de marzo de 2015

EL VIAJE DEL ALIMENTO ( segunda parte)

Llegamos al segundo tramo del viaje, justo cuando el bolo se convierte en quimo, descendiendo desde le esfínter píloro del estómago hasta el duodeno ( primera porción del intestino delgado). Aquí continúa la degradación del alimento en sustancias más simples gracias a la ayuda de los jugos pancreáticos (secretado por el páncreas) y bilis (secretado por el hígado y la vesícula biliar) que se incorporan a través del esfínter de Oddi ( válvula muscular de 4 a 10 mm que rodea la salida del conducto biliar y el conducto pancreático al duodeno).



El intestino delgado, de más de 6 metros de longitud, está dividido en 3 segmentos: el primero el duodeno, de 25 a 30 cm; el yeyuno es la parte media con unos 2,4 metros; y por último el íleon, de unos 3,6 m.

El intestino delgado es el responsable de absorver los nutrientes, la sal y el agua. La absorción de minerales se produce predominantemente en el duodeno, la absorción de vitaminas hidrosolubles, hidratos y proteínas se produce principalmente en el yeyuno y las vitaminas liposolubles, grasas, colesterol y sales biliares en el íleon.

Desde el intestino delgado, y a través de las vellocidades intestinales, una vez degradados a moléculas los alimentos, gracias a la acción enzimática y bacteriana (flora), pasarán esas moléculas de glucosa, aminoácidos, ácidos grasos, vitaminas, minerales y agua por el torrente sanguíneo.
Los ácidos grasos, pasan primero por los vasos linfáticos, luego pasan a la sangre y finalmente se depositan en las células grasas. Aportan energía duradera al organismo.
La glucosa se dirige a las “ despensas” del cuerpo, es decir, al hígado y a los músculos donde se almacena en forma de glucógeno para su futuro uso.

El glucógeno hepático regula la concentración de glucosa en sangre, y es esta glucosa la que alimenta al cerebro de forma constante.

El glucógeno muscular, abastece las necesidades del músculo para llevar a cabo el trabajo derivado del desarrollo de la actividad deportiva.

Cuando ambos tejidos ( hígado y músculo) están llenos de glucógeno, se induce a la formación de ácidos grasos y triglicéridos.

Los aminoácidos se dirigen al hígado, quedándose allí depositados un cierto tiempo, pero su destino final será llegar a las células para la reconstrucción tisular ( reparación de tejidos).
Los residuos tóxicos permanecen en el intestino delgado hasta ser definitivamente procesados y evacuados como materia fecal.

Todo esto es así, claro está, si la mucosa de la pared intestinal se encuentra bien, sino es así, esta mucosa dejará de cumplir su función protectora y pasará al flujo sanguíneo, tanto los nutrientes como las sustancias tóxicas, provocando, entonces, un “ensunciamiento” en el organismo.

Las enfermedades que afectan al intestino delgado suelen producirse por síndromes de malabsorción, entre los que se encuentran la enfermedad celiaca ( intolerancia al gluten), la alergia o intolerancia a los alimentos, las infecciones intestinales y la enfermedad de Crohn o enteritis regional ( la enfermedad se localiza en el íleon, parte terminal del intestino delgado).


Me gustaría terminar este tramo del viaje recordando hasta que punto están de interrelacionados el desorden físico digestivo y las cuestiones emocionales; sin ir más lejos, una de las causas la tenemos en la serotonina, neurotransmisor responsable del buen estado de ánimo, producida por el Sistema Nervioso Central, un 5% y por el Intestino Delgado, un 95%. Tiene un papel importante en la inhibición de determinados comportamientos y estados, relacionados directamente con síntomas de depresión.

información y consultas : whassapp ( 646 91 47 40) / correo electrónico: ( mnoemigonzruiz@gmail.com )

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