Llegamos
al segundo tramo del viaje, justo cuando el bolo se convierte en
quimo, descendiendo desde le esfínter píloro del estómago hasta el
duodeno ( primera porción del intestino delgado). Aquí continúa la
degradación del alimento en sustancias más simples gracias a la
ayuda de los jugos pancreáticos (secretado por el páncreas) y bilis
(secretado por el hígado y la vesícula biliar) que se incorporan a
través del esfínter de Oddi ( válvula muscular de 4 a 10 mm que
rodea la salida del conducto biliar y el conducto pancreático al
duodeno).
El
intestino delgado, de más de 6 metros de longitud, está dividido en
3 segmentos: el primero el duodeno, de 25 a 30 cm; el yeyuno es la
parte media con unos 2,4 metros; y por último el íleon, de unos 3,6
m.
El
intestino delgado es el responsable de absorver los nutrientes, la
sal y el agua. La absorción de minerales se produce
predominantemente en el duodeno, la absorción de vitaminas
hidrosolubles, hidratos y proteínas se produce principalmente en el
yeyuno y las vitaminas liposolubles, grasas, colesterol y sales
biliares en el íleon.
Desde
el intestino delgado, y a través de las vellocidades intestinales,
una vez degradados a moléculas los alimentos, gracias a la acción
enzimática y bacteriana (flora), pasarán esas moléculas de
glucosa, aminoácidos, ácidos grasos, vitaminas, minerales y agua
por el torrente sanguíneo.
Los
ácidos grasos, pasan primero por los vasos linfáticos, luego pasan
a la sangre y finalmente se depositan en las células grasas. Aportan
energía duradera al organismo.
La
glucosa se dirige a las “ despensas” del cuerpo, es decir, al
hígado y a los músculos donde se almacena en forma de glucógeno
para su futuro uso.
El
glucógeno hepático regula la concentración de glucosa en sangre, y
es esta glucosa la que alimenta al cerebro de forma constante.
El
glucógeno muscular, abastece las necesidades del músculo para
llevar a cabo el trabajo derivado del desarrollo de la actividad
deportiva.
Cuando
ambos tejidos ( hígado y músculo) están llenos de glucógeno, se
induce a la formación de ácidos grasos y triglicéridos.
Los
aminoácidos se dirigen al hígado, quedándose allí depositados un
cierto tiempo, pero su destino final será llegar a las células para
la reconstrucción tisular ( reparación de tejidos).
Los
residuos tóxicos permanecen en el intestino delgado hasta ser
definitivamente procesados y evacuados como materia fecal.
Todo
esto es así, claro está, si la mucosa de la pared intestinal se
encuentra bien, sino es así, esta mucosa dejará de cumplir su
función protectora y pasará al flujo sanguíneo, tanto los
nutrientes como las sustancias tóxicas, provocando, entonces, un
“ensunciamiento” en el organismo.
Las
enfermedades que afectan al intestino delgado suelen producirse por
síndromes de malabsorción, entre los que se encuentran la
enfermedad celiaca ( intolerancia al gluten), la alergia o
intolerancia a los alimentos, las infecciones intestinales y la
enfermedad de Crohn o enteritis regional ( la enfermedad se localiza
en el íleon, parte terminal del intestino delgado).
Me
gustaría terminar este tramo del viaje recordando hasta que punto
están de interrelacionados el desorden físico digestivo y las
cuestiones emocionales; sin ir más lejos, una de las causas la
tenemos en la serotonina, neurotransmisor responsable del buen estado
de ánimo, producida por el Sistema Nervioso Central, un 5% y por el
Intestino Delgado, un 95%. Tiene un papel importante en la inhibición
de determinados comportamientos y estados, relacionados directamente
con síntomas de depresión.
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